La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) mantiene los tipos sin cambios, entre el 4,25 y el 4,50 %. Esta es la quinta reunión consecutiva en la que decide mantenerlos. A pesar de las señales de desaceleración económica y la presión política de la Casa Blanca, parece que la Fed tampoco los bajará en septiembre.
En las últimas semanas, Donald Trump ha pedido que se bajen los tipos de interés para estimular la economía. Su influencia llega incluso al interior de la Fed, donde dos gobernadores republicanos, Christopher Waller y Michelle Bowman, votaron a favor de bajar los tipos, discrepando con la mayoría: no ocurría desde 1993 que dos miembros activos del comité votaran en contra del consenso.
Waller señaló que los efectos inflacionarios de los aranceles son evidentes, pero temporales.
En el comunicado oficial, la Fed cambió su tono. Eliminó la afirmación anterior de que la incertidumbre había disminuido y ahora dice claramente que la incertidumbre sobre las perspectivas económicas sigue siendo alta.
Además, calificó la economía de moderada, en lugar de sólida. Esto deja abierta la posibilidad de una bajada de tipos en septiembre, dependiendo de cómo evolucionen los datos económicos. La razón principal por la que el organismo actúa con cautela es el impacto de los aranceles, cuyo efecto sobre la inflación todavía no está del todo claro.
Aunque la política monetaria de la Fed afecta a Estados Unidos, sus consecuencias llegan a todo el mundo. Los tipos de EE. UU. influyen en los tipos europeos, sobre todo si los bancos centrales a ambos lados del Atlántico adoptan políticas divergentes.
Así, un nivel prolongado de tipos altos en Estados Unidos podría debilitar el euro, lo que a su vez podría acelerar la inflación en Europa y afectar las decisiones y los tipos del Banco Central Europeo (BCE).